Cuando repaso el libro “Los Inmortales” de José Ratto Ciarlo, recordado cofundador de la AVP a nivel nacional, me fascina apreciar su calidad estilística al describir los perfiles del pintor Rafael Monasterios, del poeta Robert Frost, del renacentista Miguel Ángel, del académico Miguel de Unamuno, del músico José Ángel Lamas y del gran humanista Andrés Bello. Esta obra fue editada por la Fundación Neumann en 1966.
Nuestro colega era de origen peruano y llega, mozo aún, con su familia a Maracaibo. La ciudad- nos cuenta Ramón J. Velásquez, en el prólogo del libro- estaba en plena efervescencia petrolera y la Fortuna andaba desgaritada por calles y campos. No había mucho tiempo disponible para especulaciones intelectualistas. En las cervecerías de la plaza Baralt se marca el acento urbano de las nuevas promociones.
De Maracaibo regresó a Lima en donde estudió arte, que fue su campo fuerte dentro de sus primeras y posteriores andadas periodísticas. Escribió algunos libros como “La Utopía de Reino de Dios” que concibió y escribió en las ciudades de Valera y Trujillo. También se ocupó de temas antropológicos y etnográficos americanos. Peregrinó por el exterior y nuestro país en procura de su verdadera vocación. En 1935 el ambiente de Venezuela era sofocante.
A la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, ocurrida al año siguiente el país se abre a nuevas inquietudes y sinceras realidades. Hasta ese momento se hablaba de los años perdidos de un país que respiraba con dificultad asfixiado bajo la bota cruel de la voluntad del amo. José Ratto Ciarlo, encontró en el nuevo clima político y social que se respiraba en los cuatro costados del país, su verdadero camino. Era la Venezuela que empezaban a dirigir los Generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita. Ese camino no era otro que el periodismo. Más sin embargo no tuvo la suerte anhelada. El ejercicio del periodismo de esos años exigía sacrificio y perseverancia.
Editó un periódico del cual sólo se editó el primer número. Posteriormente la vida fue cincelando su espíritu hasta convertirlo en el periodista y crítico de arte que fue durante mucho tiempo. Lo logró después de laborar en muchos periódicos y revistas. Al fin de la jornada, apunta Ramón J. Velásquez llegó a “El Nacional”, diario en el que creó la Página de Arte desde cuya tribuna luchó por lograr la valoración de la cultura nacional, estimulando iniciativas, patrocinando nuevos valores, en fin, dándole calidad y finura a la parte profesional de una tarea a veces ingrata. Debemos recordar que, cuando se habla de los primeros pasos para la Ley de Colegiación de los periodistas que comenzó en 1949, José Ratto Ciarlo formó parte de ese granado grupo de colegas que en esa oportunidad redactó un anteproyecto. Lo acompañaron Oscar E. Olivares, Samuel Mujica y Lourdes Morales.
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