martes, 1 de noviembre de 2011
LA CARA HUMANA DE SIMÓN BOLÍVAR (EPISODIOS UNIVERSALES)
Un autor que estudió sin prejuicios de Simón Bolívar porque era un extraño fue Emil Ludwing, nacido en Suiza quien editó un interesante libro en diciembre de 1938 titulado “Bolívar” y en uno de sus capítulos afirma del futuro Libertador: “…Simón acababa de cumplir los ocho años cuando conquistó su primer caballo; hasta entonces sólo le permitían montar en burro, y cuando su receptor, por molestarle, le dijo: “Usted nunca será hombre de a caballo”, le respondió con furor: ¡Cómo se podrá ser un hombre de a caballo montando en un burro que no sirve ni para cargar leña¡ Le dieron su primer caballo y los que le rodeaban se maravillaron viendo cómo se tenía en la silla. Durante cuarenta años, casi hasta su muerte, los caballos acompañaron la vida de Bolívar. Sin ser un formidable jinete jamás hubiese alcanzado sus propósitos; ni hubiera podido guerrear, recorrer montañas, cruzar desfiladeros, ni ser nunca un hombre de acción, a pesar de los grandes sentimientos que lo impulsaban siempre a nuevas arrojadas empresas. Sólo un jinete podía ser Libertador en las montañas y llanuras de la América del Sur”.
El mismo autor al referirse a la vida afectiva de Bolívar dice de él: entre los veinte y los cuarenta años, fue Fanny de Villars, su amiga romántica, a la vez su prima y protectora, y algunos años mayor que él, la única mujer que tuvo influencia sobre su voluntad, aunque en los dos que duraron sus amoríos no desdeñase el joven otras aventuras. Fácil le fue seducirlo con los encantos de su piel blanca, de su manera de vestir sencilla y atractiva, con su mirada y su boca llenas de fingida inocencia. La llamaba Teresa, ara hacerse perdonar por la sombra de su difunta esposa.
Cuenta Emil Ludwing que Bolívar nunca conoció personalmente a Napoleón Bonaparte; más tarde se lamentaba de ello. Una Chanza ocasionó su primer roce con la dinastía: Fanny Le preguntó al general Eugenio Beauharnais a qué animal se parecía el joven criollo, y aquél le respondió: “a un moineau”, palabras que confundió Bolívar con las españolas “a un mono”, y sintiéndose insultado, faltó poco para que provocase en duelo al hijastro de Napoleón.
Mucho se ha hablado de las relaciones personales entre Francisco de Miranda y Simón Bolívar. Hubo un capitulo en la historia de ambos que habla por una parte de la formación militar de Miranda y del instinto guerreo de Bolívar: el mismo Lidwing lo explica: “Estos dos hombres se estimaban mutuamente en el terreno de la política y, en este aspecto habían creado mutuos lazos de amista; pero se apartaron en los asuntos de la guerra, que el uno dominaba y el otro desconocía, pues el experto empleaba métodos extranjeros en Venezuela, mientras el aficionado, por instinto, aplicaba los adecuados”.
Hay un episodio referido por varios autores acerca de la férrea voluntad de Simón Bolívar que se crecía en los momentos de mayor apremio. Su bautismo de luchador lo recibió de la Naturaleza. A los dos años justamente de haber ocurrido las primeras escaramuzas revolucionarias, el Jueves Santo de 1812, después del mediodía, un terremoto sacudió la mitad de Venezuela. En un instante, diez mil personas, la cuarta parte de la población de Caracas, desapareció bajo los escombros. Sin volver siquiera la vista a las ruinas de su casa natal, cuyo primer piso se había derrumbado, Bolívar se lanzó a la calle as luchar, junto con mucha gente solidaria con las víctimas del suceso, contra el pavor y la desesperación que dominaban la ciudad y a prestar auxilio a las víctimas, encargándose personalmente de los socorros.
Afirma Ramón Días Sánchez que “….para formarse un juicio veraz de la obra de un hombre es menester estudiarlo en su cabal estructura humana, vale decir en sus actos y peripecias de todas clases. La prescindencia de un requisito tan importante es la causa de que no pocos de nuestros próceres, sin excluir al más conspicuo de ellos – Bolívar – circulen por ahí en imágenes deformadas y rodeados de leyendas innecesarias.
Es precisamente de Bolívar de quien hablaremos en este capítulo, del héroe, del ser que fue, y que millones de palabras se han escrito. De la cara del hombre de carne y hueso que también lo fue, las páginas impresas se pueden contar con los dedos de las manos. De lo primero nos dice el poeta Sergio Medina, citado por Luis Pastori, en el discurso de Canarias, en ocasión de ser inaugurada la estatua del Padre de La Patria en 1983: “…Simón Bolívar fue el último en llegar de los tres grandes mosqueteros del ideal: se sabe por él mismo que Jesucristo y el Quijote completan la augusta trilogía. Tuvo la delgadez aciaga y la hidalguía caballeresca de quien anduvo por los caminos de la Mancha, vestido de hierro y de justicia; y el verbo iluminado y la divina cólera y la dulcedumbre infantil de quien sembró de claridades inauditas el Sermón de la Montaña”. O como los episodios en que siendo adolescente nadó entre las aguas del Guaire o trepó la montaña del Ávila.
Ambos rostros se han fusionado, a través de la historia, para hacer de Bolívar la figura excepcional que fue y que, hoy más que en ninguna otra época, obligados estamos de conservar. Pero más que venerarlo y envolverlo en la leyenda o en el mito, acerquémonos a conocer su tránsito vital. Estudiar lo humano en Bolívar, comprender sus flaquezas y admirar sus virtudes constituye un reclamo nacional.
Este es el hombre-Bolívar que anhelamos se acerque a nosotros en el mensaje vigente de Gabriela Mistral: “Hagámosle criatura cuotidiana mejor que nombre aniversario; vivámoslo en la permanencia y no sólo en las lentas puntadas de los centenarios. Vivámosle en la continuidad como se vive una ley; pongámosno a tenerlo por paisano nuestro, hasta que nos corra por la sangre, hecho masa de nuestra sangre”
La mayoría de los libros escolares hablan del Bolívar héroe e inhiben a las nuevas generaciones obtener la imagen auténtica de su vida, pensamiento y obra. Por ello es obligante multiplicar la difusión de textos y demás mensajes que nos acerquen al Libertador; que hablen de su acción y su vida cotidiana para que puedan ser conocidos por los hombres y mujeres anónimos que caminan por las calles de América ausentes de su memoria. El conocimiento de la egregia figura del Bolívar héroe y el rostro auténtico del Bolívar hombre los requiere con urgencia la Venezuela de hoy tan convulsionada y urgida como nunca del auténtico aliento de su nombre.
De sus primeros episodios humanos podemos señalar algunos: Don Esteban Palacios fue el tutor de Simón Bolívar que más alto voló. Se paseaba con facilidad por las más encumbradas esferas de la política, de la sociedad y el gobierno. En una oportunidad del año 1799, el joven Bolívar, tenía a la sazón 16 años de edad y acompañado de su tío, Don Esteban jugaba con el príncipe Fernando, heredero de la corona de España. En una mala jugada del príncipe, tenía quince años de edad, el joven caraqueño se burló de él y lo golpeó en la cabeza, Fernando no respondió a la acción de su atrevido adversario y decide retirarse, pero su madre la reina María Luisa de Parma, esposa del rey Carlos IV quien se sorprende ante la osadía del joven Bolívar, conmina a su hijo a seguir el juego. Bolívar no toleró nunca la mediocridad y el miedo.
Y como circunstancia lógica en cualquier joven que se inicia en la escritura, Simón Bolívar a los quince años tuvo dificultades para escribir con buena ortografía, él mismo hacía juicios de valor sobre la baja calidad de su gramática. La primera carta que de él se conoce dirigida a su tío Pedro, entre otras expresiones contiene éstas: “Usted no extrañe la mala letra, pues yo lo hago medianamente bien pues estoi fatigado del movimiento del coche en que hacabo de llegar, y por ser muy a la ligera la he puesto muy mala y me ocurren todas las espesies al mismo tiempo” La progresiva madurez, el estudio y el contacto con los grandes escritores antiguos y de su tiempo, sobre todo con Voltaire en quien dice se encuentra todo: estilo, grandes y profundos pensamientos filosóficos, crítica y fina diversión, como lo apuntara Perú de Lacroix en el diario de Bucaramanga, editorial América en 1924, lo convertirán no sólo en un prominente pensador sino también en un redactor de fuste.
Y siguiendo las citas de algunos episodios que nos dibujan el lado humano de Bolívar, recordemos éste: en una ocasión fue detenido por guardias de la reina mientras cabalgaba en sus predios. Pretenden robarle sus gemelos de diamante que adornan los puños de su camisa aduciendo que tal riqueza no podía ostentarla un plebeyo. Simón Bolívar baja del caballo y se enfrenta decidido a jugársela con los soldados que trataron de envilecer su orgullo. Los soldados se retiran ante la actitud decidida de Bolívar.
El 26 de mayo de 1802 contrae nupcias con María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza. Bolívar tiene 20 años de edad y ella 21. En agosto de 1802 el matrimonio llega a Venezuela y se instala en la casa de la esquina Las Gradillas, al sureste de la Plaza Mayor de Caracas. Es corto el tiempo en que puede disfrutar de la vida añorada porque el 22 de enero de 1803 muere María Teresa, de malaria. Juró no volver a casarse. Y en una imploración al cielo pronuncia estas palabras: “Yo la he perdido; y con ella la vida de dulzura de que gozaba mi tierno pecho conmovido del Dios de Amor…el dolor un solo instante no me deja consuelo”.
El siguiente episodio pone de relieve la intención de Simón Bolívar de figurar en el firmamento libertario de América. El Generalísimo Francisco de Miranda, procurando exacerbar los ánimos en procura de la libertad americana, envió, desde Londres, un mensaje urgente a los cabildos americanos: “Suplico a ustedes muy de veras que, reuniéndose en un cuerpo municipal representativo, tomen a su cargo el gobierno de esa provincia y que, enviando a esta capital personas autorizadas y capaces de manejar asuntos de tanta entidad, veamos con este gobierno lo que convenga hacerse para la seguridad y suerte futura del nuevo mundo”. La ciudad de Caracas se hace eco del mensaje enviado por la figura que en ese momento representaba la esperanza liberadora de los América oprimida y La Junta Revolucionaria queda constituida el 19 de abril de 1810; el poder del capitán General Emparan es desconocido por los insurgentes.
Bolívar se sabe centro de rencores y envidias de figuras prominentes de la vieja generación y que pugnan por alcanzar la dirección del movimiento independentista. En esos momentos los dineros públicos eran escasos y se acordó acudir a las fortunas particulares para cubrir los gastos que la empresa iniciada significaba. Bolívar aprovechó inteligentemente el momento para proponer a la Junta Patriótica costear él los gastos de la delegación que iría a Londres, con la condición de que se le otorgara la presidencia de ésta. Hábilmente logra su cometido al acceder los miembros de la Junta su solicitud, pero siempre y cuando se dejara acompañar de Andrés Bello, su antiguo maestro y de Luis López Méndez.
Bolívar no gozó nunca de la confianza de Francisco de Miranda quien no compartía la fogosidad y la astucia de Simón Bolívar. Al fracasar la gestión de la delegación enviada a Londres el futuro Libertador convence al Generalísimo de que Venezuela lo necesita para la lucha por la libertad. El 5 de julio de 1811, el Congreso aprueba la independencia de Venezuela. Después de un inicio desastroso porque la insurrección estalla contra la naciente república, Miranda toma el mando pero le niega a Bolívar un lugar en el frente de combate. El instinto de Simón Bolívar lo lleva a unirse al batallón de Fernando Toro quien intenta dominar a los rebeldes de Valencia que junto a Cumaná se habían alzado proclamado la vigencia del gobierno de Fernando VII. En primera línea está Bolívar, que rechazado por Miranda, hace
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